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SVE

BASADA EN HECHOS REALES (O FICTICIOS)
SEGÚN LA PERCEPCIÓN DE Pablo Orleans


DÍA UNO | LA PARTIDA

Cuando tienes la gran suerte de cruzar fronteras, abrir la mente y vivir experiencias. Cuando sientes que le has ganado la partida al destino, que el viento se pone a tu favor y la brisa fresca de cada amanecer no te enfría, sino que te reconforta. Cuando consigues algo que buscabas, cuando crees estar cumpliendo una de tus expectativas, una de tus apuestas, de tus sueños. Realizar un proyecto que te haga crecer, que te haga vibrar, sentir, conocer, aprender, valorar, reír y, en resumen, vivir, no es algo que todo el mundo tiene la oportunidad de hacer. Y aún sabiendo lo afortunado que me siento, el nerviosismo y la nostalgia no me dejan disfrutar del momento. ¿Sabré estar a la altura? ¿Seré capaz de disfrutar cada instante? ¿Podré adaptarme al medio que va a ser mi hogar en los próximos nueve meses? ¿Echaré de menos a mi gente? ¿Merezco poder realizar este proyecto? Preguntas y más preguntas que se agolpan en mi mente. Despedidas y alguna lágrima me han alejado de mi pueblo natal para acercarme a la Ciudad Condal desde donde sale mi avión destino a la ciudad que, elijas el camino que elijas, acabarás llegando.

Roma espera no sin antes hacer escala en el hostal iTalía. Hostal ya utilizado en algún viaje hacia el viejo continente que me espera(sic) con los brazos abiertos. Entre la cena argentina, el sofá-cama perfecto, los sobresaltos de madrugada y el temprano acompañamiento al metro, podría decirse que es un hostal que recomiendo. Sí, lo recomiendo. 

Y con los nervios revueltos, el café a flor de piel, el calor, la humedad y las maletas, el sueño, el sudor y la tarjeta de embarque a mano, me encuentro ya en un avión blanco, fila 9, asiento F -en ventanilla-, a la altura del motor que nos hará "volar por los aires" y unas condiciones óptimas en el exterior para la práctica de fútin al punto de la mañana. Me autoevalúo y siento que sigo sin hacerme a la idea. Que me voy por unos días y luego volveré, como en unas vacaciones. Pero no. Por fin comienza mi aventura. En el mismo momento que el avión empieza a coger altura y me pone el estómago en el cuello y la cabeza en la conchinchina, vislumbro una luz y sonrío, seguro de que mi estancia en Italia va a merecer la pena. Sin nostalgia y sin olvido. Hacia adelante.

PRIMERAS IMPRESIONES

Antes de venir a Italia, pensaba en un país muy parecido al nuestro. Pensaba en cordialidad, vida en la calle, amabilidad, buen rollo, moda a la última, los continuos gestos, pelos engominados, crisis y, en definitiva, un país mediterráneo en mayúsculas. Y si bien es cierto que en Cantalupo, lugar donde resido, existen -sobre todo- muchas de las cosas de la lista, otras no dejan de ser, según mis primeras impresiones, tópicos inherentes a cualquier país del mundo.

Llegaba sudado y mal dormido. Poco a poco, las primeras personas que nos recibieron han ido cogiendo confianza con nosotros (y viceversa) y nos están poniendo las cosas bastante fáciles. Nos presentan a gente (tanto a mí como a Jaanika, que proviene de Estonia), nos dicen dónde es mejor y más barato comprar, nos acercan a comprar, pues el supermercado nos queda un poco lejos, nos intentan corregir cuando probamos en italiano y, en definitiva, nos tratan como a dos cantalupanos más. Además, el conocer aquí a Cla también me lo está haciendo pasar mejor. Como no podía faltar, la primera noche ya probamos en su casa un buenísimo risotto con calabaza y una buena velada con el gran Pigi.

Poco a poco entiendo mejor el italiano. Ya hemos comenzado las clases y, aunque ahora son cosas básicas que ya había aprendido anteriormente gracias a Claudia, me lo paso en grande volviendo otra vez a ser un alumno y ejercitar el coco. Escuchar y observar a la gente hablando entre ellos, a una velocidad extrema y utilizando palabras y expresiones que no había escuchado en mi vida, es un reto continuo para aprender y mejorar.

Y qué decir del proyecto. Que me encanta. Trabajar en la escuela, con los niños (de siete a diez años), que te preguntan, te ayudan, se alegran cuando te ven, te saludan, te vuelven a preguntar e intentan hacerse entender, hablando despacio, buscando sinónimos, etc., es una sensación difícil de describir. En tres días, mientras algunos todavía te ven como algo raro que no cuadra en su escuela ni en su pueblo, otros ya te consideran su amigo. Como ayudante de profesor por las mañanas, muchos ya te están guardando sitio a tu lado, en parte de colegueo, en parte porque te ven como un ser extraño que ha entrado en sus vidas de repente y del que quieren sacar toda la información posible. Dónde vives, cuántos años tienes, tu equipo de fútbol, tu color favorito, comida preferida, el jugador de fútbol que más te gusta, cosas que no te gustan... El experimento científico de su curso escolar.

Seguiré escribiendo.

EL PRIMER FIN DE SEMANA

Fin de semana, querido y añorado; buscado, encontrado y perdido. Perdido entre las sábanas manchadas del sábado noche y el olor al alcohol desechado. Buscado en la penumbra de la rutina, en el camino solitario del recuerdo infinito, en el miedo del descenso laboral sin anclajes ni seguros. Fin de semana encontrado, aunque a veces escondido bajo la luz de la luna de un domingo prohibido. El dolor que en la cabeza se acumula sin remedio, sin pastillas contra el suelo machacadas, sin redobles de campana a la mañana. Fin de semana resuelto, con sus visitas guiadas, sus pueblos enrojecidos ante la atenta mirada de visitante y objetivo. Montassola, pequeñita con encanto. Preciosa Casperia eterna, desde el medievo ha aguantado.

Fin de semana de fútbol, de pizza y tranquilidad, de ayudante a la mattina, de sueño en nocturnidad. Sin la fiesta hemos topado, sin desmontar la città, y eso que en tierra lejana, buena la han debido armar. El domingo de mañana, cuando el sol no se ha asentado, cuando la brisa está fresca, cuando el gallo todavía no ha despertado, habría que despertarse para ver jugar al calcio. Con fútbol de calidad, un terreno condenado y un sol despiadado. Sudado, cansado y apenas desayunado, me dispuse a comer buena pizza y beber buen vino blanco. La grappa, que se hacía poco a poco y las enormes pizzas de Daniela, me repusieron el cuerpo de tanta poca fiesta. Pero esperaremos a Roma, cuando vayamos un día, para ver lo que se cuece en la ciudad eterna, donde todavía puede oírse el rugir de las fieras y a los gladiadores luchando.

INFANCIA

Sin ganas de escribir escribo. Sin ganas de contar lo cuento. Sonaba el despertador, me levantaba despacio, sin ganas de comenzar la jornada. Dormía profundo y apuraba cada minuto. Poco a poco, cada mañana, me iba acostumbrando. A jugar en cada momento, a absorber, a aprender, a soñar. Soñaba con el futuro, con un futuro distinto en el que todo era perfecto. No lo es y me alegro. Me alegro por haber soñado, por haber jugado, por haber aprendido, por haberme equivocado y de vez en cuando acertado. Sin preocupaciones ni problemas cada día era una nueva aventura. Ajeno a la realidad, ajeno al dolor, a la pena o a echar de menos a alguien. La infancia.

Hoy en día me levanto de otra manera. Con cosas en la cabeza, pero todavía despacio. Regreso unos quince años y ahí me veo. Entre pupitres pequeños, grandes estuches, pinturas de colores, tizas, tajadores, pizarras, mochilas, calcomanías y futuros adultos. Un ambiente entre nostalgia y alivio. Un déjà vu positivo, donde se cambian las tornas y no soy un pequeñito. Esos adultos que te miraban con extrañeza los primeros días, empiezan a coger confianza contigo. Quieren que juegues con ellos, que seas uno más del grupo, que les des información. Dónde vives, qué te gusta, qué no te gusta, cuál es tu equipo favorito, cómo se dice esto en español, o esto otro, cuántos años tienes, etc., etc., etc. Para ellos, una especie de profesor más joven, más cercano, más exótico: Diferente. Porque en esencia, la infancia no deja de ser el momento más exótico, diferente y extraordinario de la vida. Y eso es lo que estos pequeños mayores me están transmitiendo cada mañana.  


CANTALUPO IN SABINA

A primera vista Cantalupo no es el pueblo más bonito del mundo. Situado en lo alto de una colina, la parte baja de la población no deja de ser una localidad que ha ido creciendo con el tiempo bajo los cánones de la época moderna. Sus casas de la periferia son como las de cualquier pueblo que conocemos, sin adornos ni monumentos históricos reseñables. Un pueblo que, a su llegada, sólo destaca por alzarse en lo alto de la montaña, con la Iglesia en la cima. Situada muy cerca del centro geográfico de Italia (Rieti o "L'ombelico d'Italia"), Cantalupo se encuentra entre los Montes Apeninos y el Río Tíber y cuenta con una población de unos 1.700 habitantes.

Una vez que entras en Cantalupo, la plaza principal Giuseppe Garibaldi acoge al visitante. Una plaza que ni asombra por su belleza ni por su grandeza, pero que puede decirse que es, efectivamente, el centro social de la localidad. Llena de comercios, negocios, servicios y algún que otro bar, en la plaza de Cantalupo está la vida de los cantalupanos y el fin de su pueblo moderno. Más allá de esa plaza, todos los rincones de la localidad merecen una visita y pueden ofrecer algo especial. Hablo de su casco histórico. Adentrándote en el Corso del Popolo, el ambiente arquitectónico comienza a cambiar la forma de ver esta localidad. La calle, más estrecha comienza a mostrar bifurcaciones variables, todas ellas singulares y bonitas. Calles que bajan con escalinatas de piedra, pasarelas que cruzan o edificios antiguos de piedra bien conservados son algunas de las cosas que podemos ver a la entrada. Si seguimos por el Corso del Popolo, llegamos hasta una plaza singular: La piazza Camuccini. Una plaza pequeña que nos enseña dos edificios completamente antagónicos y una fuente de piedra al centro. Junto al antiguo Palazzo Camuccini, de piedra, adornado con arcos y figuras de antaño, tenemos la blanca y grande Iglesia de "Maria santissima Assunta in Cielo", con su reloj al frente que contrasta con el ya mencionado Palacio. Más allá de los límites de esta plaza el recorrido es obligatoriamente a pie, pues las estrechas calles y las escaleras no permiten el paso de vehículos a motor y hace que te sientas en otra época, que te teletransportes al pasado. Edificios de piedra, escalinatas, casas diversas con entradas, puertas y ventanas impresionantes, calles estrechas, empinadas, más escaleras, portales y túneles, etc. Un lugar mágico que contrasta, y mucho, con la parte moderna de Cantalupo. Un rincón para pensar, para soñar, para imaginar. Su pasado romano y la influencia del medievo alimentan la imaginación hasta límites insospechados y sus vistas, desde lo alto del pueblo, son para enmarcar.

Quizá las palabras se quedan cortas para describir mi impresión de esta parte de la localidad. Quizá, otros visitantes no están de acuerdo conmigo. Pero para comprobarlo, hay que verlo. Y yo, sinceramente, no me quedaría sin visitarlo. Hasta la próxima.


"QUÉ VIRGEN SERÍA TU CIELO SIN ESTAR TAN CERCA DE ROMA, QUE POBRE SERÍA TU VIDA LEJOS DE ÉSTA"


EN LA SALOU ITALIANA

Fue una semana increíble. Como un café por la mañana, como un buen desayuno. La formación a la llegada del SVE en Rimini fue eso, un cargador de energía, positiva. Llegaba a la ciudad del verano, de la acogida de turistas, de las playas a rebosar en pleno mes de noviembre. El cielo nublado, con lluvia tímida que parecía pedir permiso a una playa desierta de visitantes. Negocios cerrados, adornados con motivos veraniegos que distaban del tiempo que me recibía. Un sinfín de chiringuitos y actividades propias de la época estival mojados por la fina lluvia que cubría Rimini. Y comenzó el espectáculo. Treinta voluntarios. Treinta jóvenes provenientes de diferentes partes del mundo que nos juntábamos en la Salou italiana. Francia, Turquía, Rusia, Hungría, Argentina, Alemania, Méjico, Estonia, Croacia, Polonia, Ucrania, Rumanía, Austria, España e Italia estaban representadas en esta formación para saber manejarnos en esta nueva experiencia. Y voluntarios que estamos trabajando a lo largo y 'estrecho' de la bota de Europa. De norte a sur. De este a oeste. También en las islas. Y aprendimos, conocimos, trabajamos, disfrutamos, bebimos, cantamos, jugamos juntos. Y tan rápido como hice nuevos amigos terminó la semana. Fue rápido, pero intenso. Fue una semana que mereció la pena. Fue un momento para cargar las pilas. Y las cargué. Gracias a todos los que me han hecho disfrutar de esta semana. Nos volveremos a ver.


CUMPLE ITALIANO

Después de una semana intensa, conociendo a personas increíbles, de diferentes países, que están en diferentes puntos de Italia por el mismo motivo que yo, que me han aportado muchísimo y me han dado una gran motivación, llegaba hoy el día de separarnos y cada uno continuar con su camino, seguir con su proyecto. Y el destino había decidido que el día de mi cumpleaños fuese el día de volver. Se atisbaba una jornada cumpleañera en solitario y larga. Tres trenes y largas esperas en un viaje de vuelta de 8 horas. Pero gracias a toda la gente que se ha acordado de mi un ratito de su tiempo, el viaje ha sido perfecto. Para continuar, nada más llegar a mi destino, un regalo especial. El regalo que me han hecho las pequeñas grandes personas que me alegran el día a día de mi SVE. Una gran obra de arte que me ha llegado al corazón. Por último, para rematar, una grandísima cena con buena gente. También he podido hablar contigo. Gracias a todos por haber convertido este 4 de diciembre en un gran día. Familia, amigos, gente que hace tiempo que no ves y gente que ves a menudo. A todas y todos, GRACIAS. Gracias a vosotros hoy soy más feliz.


ITALIANOS

Si me preguntan cómo son los italianos, en general puedo decir que son raros. Cierto es que no se puede generalizar y que, en realidad, todo el mundo somos raros a nuestra manera... Qué puedo decir yo! Pero mi impresión, después de un tiempo conviviendo con italianos, es que son gente que te puede dar la cal más blanca y la arena más fina en cuestión de horas. Pueden ser las personas más acogedoras, más simpáticas, más amigables, más divertidas y más amables del mundo. Italianos que sin apenas conocerte pueden hacerte sentir alguien cercano. Te saludan efusivamente, te hablan en todo momento, te sonríen y bromean contigo, te preguntan y son los primeros en ofrecerte cualquier cosa. Pero de la misma manera que pueden estar así contigo durante todo un día, son capaces de cambiar de improviso a un modo pasivo. Son como esos días que amanecen con un sol radiante donde los pájaros cantan sin cesar, y después, a mediodía, las nubes copan ese cielo azul y lo convierten en un cielo nuboso. Sin dejar descargar la tormenta, pero dejando una sensación gris. Dejan la amabilidad y los efusivos saludos matinales de los pájaros al sol, se convierten en tímidos piares que casi no se escuchan. Vuelan y pasan a tu alrededor como si casi no existieses, dejándote descolocado. Quizá cambie esta percepción que tengo sobre los italianos cambiantes, pero en estos dos meses, puedo decir que para mi son raros. Y aunque, a veces, eso me descoloque, me gusta. Porque en la rareza reside la diferencia. En la similitud está el aburrimiento y, os aseguro, que aquí, en Italia, no hay tiempo para aburrirse...

   

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