Pablo Orleans -01/06/2010- Me avergüenza, como habitante de este país y amante de los animales, las repugnantes imágenes que han llegado de las fiestas de Alhaurín el Grande. Una vaquilla exhausta, débil y sin defensa era maltratada salvajemente por un amplio grupo de descerebrados seres sin alma que, ante la fragilidad del animal tras haber recibido un fuerte golpe frontal de otra vaquilla que la dejó aturdida y herida de muerte, aprovecharon para golpear y derribar a la vaquilla que intentaba sin éxito y fuerza alguna defenderse de las patadas, tirones de cola y abusos de los mamarrachos que se divierten con el sufrimiento de animales.
La vaquilla, abatida, sufrió sobremanera hasta que murió poco después
Pero este caso, por desgracia, no es aislado. Cada verano nos llegan decenas de imágenes de fiestas arcaicas y salvajes en las que animales de todo tipo –toros y vaquillas principalmente- son brutalmente maltratados por personas(?) que utilizan su tiempo de ocio en hacer sufrir a animales para su propio bienestar. Una imbecilidad humana que deja muy claro el reducido tamaño de los cerebros de esos seres que, en mi opinión, no deberían haber nacido. Equiparados en mi privada lista con personajes como Franco, Hitler, Stalin, maltratadores en general, asesinos y terroristas, esta gentuza me merece poco respeto.
Por poner una cifra, 60.000 animales son maltratados cada año en las inútiles fiestas populares españolas, según la Asociación de la Defensa de los Derechos de los Animales (ADDA). 60.000 momentos distintos de sufrimiento, de sangre, de dolor, de repugnancia e incomprensión. 60.000 poblaciones que disfrutan del maltrato, que se lucran con él. 60.000 delitos que se callan, que se ocultan y que defienden los asesinos de toros, o mal llamados toreros, cuando son lo que son: asesinos.
Odio a todos aquellos que viven del maltrato, que se lucran con él, que disfrutan con él. Tampoco me olvido de odiar a los que cazan de noche de manera furtiva, a los que cuelgan a sus perros y atropellan gatos o a los que organizan peleas entre animales hasta la muerte. Tampoco me olvido de esos chavales sin masa encefálica en su cavidad craneal que decidieron cebarse con la pobre vaquilla que, en sus últimos instantes de vida, sufrió más de lo que ya sufría porque unos ‘animales racionales’ fueron más salvajes que ella. ‘Unos pocos jóvenes ebrios’, decían en la televisión. ¿Unos pocos? Y una mierda. Todo el tendido aprovechó para acercarse a la vaquilla, pegarle una patada o cogerle del rabo y disfrutar del momento. Una SALVAJADA en mayúsculas. Una muestra de la maldad del ser humano que cada verano podemos observar en nuestros televisores a través de imágenes que, personalmente, ponen la piel de gallina. Que algún día terminen todas estas salvajadas disfrazadas de tradición y pongamos un poco de cordura a este mundo plagado de imbecilidad humana, porque si no, acabaremos todos agilipollados.
Más información | Adn.es
Imagen | Qué.es
El gañanismo español no tiene límites. A mí el bicho me dio una pena profunda, pero más rabia sentí al ver el pelaje de los retrasados de turno maltratándolo. La sensación de desamparo que transmite el animal es horrenda. Esos desgraciados merecerían ser internados en un centro psiquiátrico.
ResponderEliminarO penitenciario.
Para mí penitenciario, pero sin chupar del bote y de los que curramos, sino más bien bajo tierra. Para esta gentuza no puede existir otro lugar que aquél que está cerca de la casa de Lucifer.
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