Pablo Orleans -19/10/2010- Existen personas con corazón. Existen, incluso, delincuentes con corazón. Hasta los ladrones tienen corazón... Aquel que pensase que las personas que roban o, en general, delinquen no tienen corazón estaba muy equivocado. Nos situamos en Suecia. Un país civilizado que, hasta hoy personalmente, no sabía que existían personas con necesidad de robar. Un país en el que la gente no roba, se suicida. Un país en el que el PIB per cápita está en torno a los 30.000 euros y la tasa de paro no llega al 10%, la mitad que en España (y todavía me parece alto).
A lo que iba. Si los suecos nos dan mil vueltas en economía, tecnología, investigación, ecologismo y, ante todo, frío, probablemente sus delincuentes también les den alguna que otra vuelta a los delincuentes de aquí (no al 'grupo garrapata', por supuesto...). He aquí la historia (puede estar sujeta a uno o varios cambios para darle mayor interés...):
Un señor, Catedrático de la Universidad de Umeá, salía de su casa como cada mañana, con su bufanda de piel de oso polar, su chaqueta de piel de morsa, sus zapatos de foca y su colgante de cuerno de narval para dirigirse entre la nieve hacia la facultad en la que imparte una clase magistral sobre cómo hacer un consumo responsable de los recursos.
Mientras pensaba en los puntos a comentar en su primera clase, el señor se dio cuenta de que debía cerrar -con llave y con cuidado, pues acababa de ser operado recientemente- la puerta de su iglú en medio del país nórdico. Como el peso de su maletín le impedía hacer bien la operación, lo dejó unos segundos en el felpudo de entrada para poder cerrar la puerta sin que se le deshiciese ningún punto de sutura.
Fueron sólo unos segundos, pero al darse la vuelta, el maletín no estaba.
Tal fue el dolor emocional del susodicho que, en lugar de ir a dar su habitual clase matinal de miércoles, decidió ir a emborracharse con lo suelto del bolsillo (pues lo demás estaba en el maletín) para olvidar las penas. Penas que volvieron al día siguiente cuando se despertó resacoso. Era cierto, el ladrón se le habia llevado con el maletín, la cartera, las tarjetas de crédito y débito, las fotocopias del día y su amado ordenador, en el que había apuntado minuciosamente sus últimos diez años de vida. Eso fue lo que hizo que el señor, abstemio por naturaleza, se diese a la bebida y perdiese el trabajo.
En fin, pero lo realmente increíble es que, al enterarse de tal desgracia, el delincuente que, en aquella fría mañana de invierno en medio de la Taiga sueca, se le ocurrió robar aquel maletín de piel de beluga vieja al catedrático de turno, se le ablandó su duro corazón de ladrón -curtido en mil batallas- e hizo algo insólito.
A la mañana siguiente, cuando el catedrático miró el buzón (de hielo, claro) para ver si le había llegado alguna oferta de trabajo, se quedó helado. Atónito, abrió el sobre blanco que a su nombre iba dirigido. Dentro, la cartera, las tarjetas (ya las había dado de baja), y un dispositivo USB, el suyo.
La cartera, sin dinero. Las tarjetas, anuladas. Y el pendrive, lleno de documentos.
El buen ladrón, apiadado del dolor del ex-catedrático, guardó, uno tras otro, todos los documentos vitales del profesor en el 'PEN' y se lo mandó. Diez largos años en los que el profesor sueco había ido guardando cuidadosamente sus experiencias, sus pensamientos, sus amores y desamores y todas sus vivencias tanto personales como profesionales. Ahora los había recuperado y estaban en su poder. El ladrón, que había sido la persona más odiada del profesor es, ahora, su héroe. La capacidad del USB, 586MB. Es triste, sí, pero es lo que hay. Que 10 años de tu vida quepan en un pendrive de medio giga, es un palo para el profesor.
El ladrón, cuya identidad no voy a desvelar por una obviedad, no envió el ordenador entero por una cuestión de honor. El chaval, por lo visto, tenía una reputación interesante en su barrio.
Más y verdadera información en... | Informativos Tele5
Imagen | Canarias insurgente
No hay comentarios:
Publicar un comentario