Pablo Orleans -11/01/2011- Desde que, en el año 2001, España y otros países comenzaron a utilizar el euro como moneda oficial, desde que se decidió por pertenecer todavía más a Europa y desde que la situación económica se está 'igualando' entre nuestro Estado y los demás miembros tradicionales de la UE, desde ese momento, a muchas personas les atacó la neura del europeísmo, el ataque atroz del buen comportamiento, de las buenas conductas, de las cenas a las siete. Desde que muchos palparon el sabor de Europa, parece ser que rechazaron la cultura española y, con ello, el sol anual, el vino en la comida, la cerveza y la tapa, las paellas familiares, las siestas duraderas, los vermuts y sobremesas inacabables, las inagotables tardes futboleras de domingo, las mañanas sin dormir, el cortado con cigarrito,... con cigarrito.
El virus europeo, ese virus de la vida acomodada, de las carteras llenas, y de otro sinfín de comodidades y lujos que conviven con la vida antisocial, los vicios solitarios, las noches prematuras, el frío y la tristeza de la oscuridad, está intentando conquistar, como antaño lo hacían los 'héroes' imperialistas, territorios ajenos que de esa cultura saben poco y poco quieren saber. Los gobernantes actuales, impactados por este virus que se propaga con celeridad, sin remedio y que pronto afectará (no sólo al tabaco, primer síntoma de la enfermedad) a todos nuestros vicios, a todas nuestras costumbres y, en general, a nuestra más profunda y primigenia cultura, será el mal endémico que acabe con esos lujos mediterráneos, esas costumbres españolas y esas peculiaridades ibéricas que nos hacen tan especiales y tan diferentes al resto del mundo.
Oigan al pueblo y reflexionen. España no es Europa y, por más que se empeñen, señores políticos populares(?), socialistas(?) y demás falacia que se acomoda en el hemiciclo cada día, los españoles no estamos dispuestos a perder nuestras inocentes (y digo inocentes porque no hacen mal a nadie) costumbres y tradiciones por intentar parecernos a la sosa mayoría. No vamos a renunciar al vermut ni a la sobremesa. Tampoco vamos a renunciar a las largas horas de sol en verano o a la cañita por la tarde. La siesta es intocable y el vino en la comida ni se nombra. Que les quede claro señores políticos que no vamos a renunciar a nada. Lo del tabaco puede que pase (no sé si alguien se revelará), pero no les vamos a pasar ni una locura más, por mucha fiebre europeísta que les afecte.
Si les da vueltas la cabeza, mójensela antes de lanzar a la calle una Ley mal hecha y muy mal articulada. Una Ley contradictoria, incongruente y, sobre todo, incoherente. Una Ley antitabaco que plantea muchas dudas, la más sospechosa la de los 50 metros de alejamiento. 50 metros sin humos nocivos pero con exceso de polución, exceso de excrementos, exceso de enfermedad por los cuatro costados. Prohibido prohibir, y menos en España.
Pdt.: Y si no, señores políticos, piensen en los obreros, carpinteros, pintores, autónomos en general, y trabajadores de edad considerable y pregúntenles qué es más peligroso, si el humo de un tabaco que les produce placer (y no es apología del fumeteo) o estarse subido en el andamio dos años más con la jubilación en los 67. Que parece que los que tienen que dejar de fumar algunas cosas son ustedes...
No hay comentarios:
Publicar un comentario