Pablo Orleans – 05/03/2010 – El esperpento continúa día tras día como una historia surrealista en el que lo anormal prevalece por encima de lo que debería ser de sentido común. Con un continuo sangrado y afán de seguir ganando el dinero a costa de los de siempre, es ahora la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) –aunque yo les pondría otros nombres a esas siglas…- la que, con sus medidas despotitas del medievo, cobran lo que les place a quien les place por unos derechos que debían ser de todos y para todos mientras no fuesen utilizados con ánimo de lucro.
Como ya sabemos, ahora les está tocando a las peluquerías pagar los platos rotos y, con alrededor de 24 euros, serán multados todos los establecimientos ‘pal pelo’ que tengan una radio encendida y no tengan el debido contrato con la Sociedad. Hasta dónde puede llegar el ansia de dinero de unos pocos que, queriendo más de lo que tienen, que ya es mucho, descosen el bolsillo -descosido- del trabajador de a pie y llenan sus buches de gordos funcionarios con un dinero manchado por el aprovechamiento.
Me hace gracia –y a la vez me da una pena tremenda-, que estos individuos se apoderen de todo lo apoderable. Empezaron por las obras de arte, películas y música. Han intentado –e intentan- hacerse con Internet. ¿Podrán, acaso algún día, apoderarse también de los derechos de nombres propios haciéndonos pagar por cada letra que tenga nuestro nombre? Lo real ha pasado a esperpento convirtiéndolo en absurdo, apliquemos el sentido común y rechacemos a estos individuos y a sus medidas imperialistas. Sólo así dejaran de mangonear y de beneficiarse de toda la población.
Es ahora, en estos tiempos de crisis difíciles para todos, cuando los peores vampiros han decidido ir de cacería. Es ahora, cuando los más repugnantes animales de la esfera social intentan aprovecharse de una manera truhana de las debilidades de una sociedad débil de por sí. Y seguirán atacándonos hasta chuparnos la última gota de sangre, el último resquicio de nuestro sudor y nuestro último aliento. Seguirán, hasta que muramos de asco, rasgando nuestros bolsillos, prometiéndonos mejoras de todo tipo y riéndose de nosotros con la más descarada risa malévola, hasta que algún día nos revolvamos y rechacemos tal acoso. Es la hora de oponerse a las dictaduras sociales que tenemos que aguantar día tras día. No debemos consentir los abusos continuos a los que nos están sometiendo. Es hora de alzar la voz y decirle a Ramoncín, a Díaz Ferrari, a la banca, a Rajoy, a Zapatero, y a cuantos otros que se lucran gracias a nuestros bolsillos y a nuestro trabajo que se acabó, que se busquen a otros ingenuos que aguanten sus mentiras y sus déspotas ideas. Que se beneficien a costa de otros y que dejen de corromper la sociedad en la que vivimos. Yo estoy harto de todos ellos, que al final nos harán pagar hasta por nuestro nombre. Si no, tiempo al tiempo.
Imagen | Manel Fontdevila
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