Pablo Orleans -06/06/2015- Todo en esta vida se acaba. Y terminan proyectos que comenzaron con fuerza, con ilusión, con esperanza. Todo en esta vida se acaba. Todo tiene su fecha de caducidad, de punto de no retorno, de límite. Aunque algunas cosas nos parezcan inamovibles todo al final acaba termiando. Lo hacen las dictaduras, las monarquías, los partidos políticos y, aunque parezca imposible, creo que también las religiones. Se cierran ciclos que abren nuevas posibilidades o aparecen nuevas posibilidades que fuerzan los cambios de ciclo. Echar el cierre es difícil, pero hoy en día algunos partidos parecen -tristemente para la democracia- obligados a bajar el portón y traspasar el garito. ¿Será el fin de Izquierda Unida?
El fantasma del finiquito rodea a uno de los partidos políticos tradicionales de España. Izquierda Unida, o ese conglomerado de partidos y movimientos de izquierda creado en 1986, está amenazada de muerte. La sentencia, que todavía no se ha ejecutado, apunta a un partido que -poco a poco y elecciones tras elecciones- ha ido perdiendo fuerza y credibilidad. El partido que debía defender los derechos de los ciudadanos se estancó en la vieja política sin hacer llegar su mensaje a la población. El partido que reúne en sus estatutos la fórmula para convencer a casi cualquier ciudadano de izquierdas parece un Marussia en un mundo de Mercedes.
Tras no haber sabido gobernar una amalgama de siglas, parece que cuando la puesta a punto de la maquinaria progresista (con un Alberto Garzón muy líder) era la adecuada y se encaminaba hacia un tiempo más lúcido, otras máquinas le han pasado por izquierda y derecha quitándole las pegatinas. Los efectos PODEMOS y Ciudadanos han despojado a IU (y UPyD) de la población más descontenta con el bipartidismo, creando una grave crisis en ambos partidos.
¿Estamos ante la desaparición de un clásico de nuestra política?
Si bien es cierto que las coaliciones dentro de partidos políticos son difíciles de capitanear (véase UCD), Izquierda Unida ha aguantado los turnos democráticos casi 30 años. Ha aguantado con momentos de mayor gloria y con momentos de menor gloria, sí, pero el varapalo sufrido en las municipales de este pasado mayo, deja en una inestable cuerda floja la representación de los votantes de IU en la tarta política española. Y por ello, ante tal desconcierto, han surgido informaciones de la inclusión de esta gran amalgama de la izquierda, dentro del no menos pequeño conglomerado que es PODEMOS.
Pero Alberto Garzón, candidato a la Presidencia del Gobierno por IU, ha declarado que ni se va a disolver IU ni probablemente se integre en la formacion de Pablo Iglesias, pero que no descarta acudir a la cita electoral sin las vigentes siglas en las papeletas y hacerlo dentro de una lista conjunta con todos los partidos a la izquierda del PSOE. En fin, que el lío que tienen montado en el seno del partido parece haberse resuelto en la reunión de la Presidencia Federal donde el 91% de la dirección aceptó la propuesta de Garzón para converger en un proyecto "contra el bipartidismo y el neoliberalismo". Que IU se tiene que renovar, reciclar e incluso limpiar es algo bastante claro. Ahora, de si lo hacen como un partido de partidos propio o se unen a otros partidos, dependerá mucho el futuro de una formación con recorrido en el panorama español.
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