Incertidumbre en Japón

Pablo Orleans -17/03/2011- No me gustaría estar en Japón hoy. Quizás no me gustaría estar en el este de Rusia o China en los próximos días. Puede que, dentro de unas semanas, no me guste estar en países más próximos al mío, España. La incertidumbre es total. Las informaciones, con cuentagotas y contradictorias, hacen que mi cabeza cortocircuite y busque más información (cada vez más contradictoria). Mientras cada vez más países alertan de la peligrosidad de la radiactividad de la central nuclear de Fukushima I, el Gobierno nipón calma a la masa japonesa sosteniendo que no hay riesgo para la salud.

Fukushima I se descompone conforme pasan los días. Foto | AFP / TEPCO

Pero no me gustaría estar ahora en Japón. Ni en el norte, ni en el sur. Desde Washington aumentan el nivel de seguridad a 80 kilómetros. Desde Londres, proponen evacuar Tokio. La capital, con 12 millones de habitantes menos que todo España, y más que los que habitan en Canadá, Maruecos o Argelia, es la ciudad más poblada del mundo con alrededor de 35 millones de almas habitando en sus tecnológicas calles, novedosos edificios e innumerables barrios. Las cifras asustan, las noticias todavía más. Si los peores pronósticos se cumplen (cada día que pasa las informaciones son más desoladoras) la alarma nuclear puede suponer un antes y un después en nuestro mundo. 

En el antecedente más preocupante hasta la fecha, ocurrido en 1986 en Chernobyl, las consecuencias para la población fueron desoladoras. El accidente de la planta nuclear ucraniana pudo haber dejado inhabitable toda Europa debido a la explosión provocada por el contacto entre el magma del reactor y el acuífero subterráneo que, satisfactoriamente, no llegó a pasar. Si esto ocurre en Japón, no quiero imaginar qué consecuencias tendría. Fukushima se descompone. Los residuos radiactivos del reactor 4 quedan al descubierto al vaciarse la piscina y los núcleos de los reactores 1, 2 y 3 corren riesgo de fusión, algo que viene a significar que la historia está tremendamente jodida, que las dosis radiactivas tienen muchas opciones de salir en masa y ser muy perjudiciales para la salud. 

Los trenes, abarrotados, viajan llenos de tokiotas que huyen de la ciudad.
Foto | Adam Pretty (Getty Images)  

Me reitero; no me gustaría estar en Japón. Pienso en las miles de víctimas supervivientes a la catástrofe natural que salieron vivas de un mega terremoto y sanas de un posterior tsunami. Respiraron aliviados, convencidos de que todo (a excepción de las esperadas réplicas sísmicas) había terminado. Ni mucho menos. El sufrimiento, lamentablemente, sigue vivo para la sociedad nipona. Sin casa, sin familia y sin ánimo, los japoneses se ven amenazados, ahora, por la pérdida de su patria, por la evacuación de un país. No quisiera ser agorero, no quisiera pensar lo peor. Pero me temo que Fukushima I está jodiendo, muy mucho, la esperanza japonesa. Que no se queden sin ganas por sobrevivir. Ánimo Japón.

Imágenes | Fotogalería El País