Pablo Orleans -15/03/2011- Ocurrió lo de Japón. La catástrofe sísmica asoló el noreste de la isla nipona y los habitantes de este planeta giramos la cabeza (en España la movimos bruscamente a la izquierda) para enterarnos de lo que allí había ocurrido. Todos nos preocupamos, todos nos solidarizamos. Las imágenes, espectacularmente aterradoras. Los videos, simplemente inolvidables. Las casas, de papel, se descomponían con facilidad ante el frenético movimiento. Los barcos, como mantequilla, claudicaban ante el poder de un mar arrasador que convirtió en lodo lo que hasta entonces era tecnología y en humo lo que antes era noticia.
Así fue. Poco a poco, la complicación nipona -con el agravante nuclear- fue apagando el todavía vivo fuego revolucionario del Magreb y Oriente Próximo hasta olvidarse casi por completo de un conflicto (bélico) ahora propagándose silenciosamente por Libia. Gadafi hace avanzar sus tropas mientras los insurgentes defienden, o intentan hacerlo, sus posiciones con las armas incautadas en los polvorines 'gubernamentales'. Aún así, poco a poco, los revolucionarios reculan ante las acometidas de los seguidores de Muamar el Gadafi que, tras más de 40 años de represiva dictadura que llaman 'República Popular', no quiere liberar a un pueblo cansado de líderes enquistados en un delicioso poder que sólo buscan la propia riqueza a costa de sus habitantes.
El interesante conflicto libio se disipa de las portadas de los periódicos internacionales, dando paso a páginas secundarias en la sección Internacional de sus diarios y dejando los minutos finales de los telediarios y boletines informativos. Así, cuando Gadafi logra entrar en Ajdabiya, la información prioritaria hace alrededor de cien horas, pasa a un segundo plano porque la Central Nuclear de Fukushima I sigue mostrando debilidad, algo que entiendo y comprendo. Con todo, no quiero olvidar la revolución libia, no quiero dejar pasar un momento histórico, que puede cambiar el rumbo del mundo conocido. Por eso, después de informarnos de lo ocurrido en Japón, después de presenciar, cada día, las imágenes de la tragedia, leamos el resto de sección de los periódicos o diarios online y mantengamos viva la llama revolucionaria en el Magreb y Oriente Próximo.
Imagen | El País
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