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martes, 15 de marzo de 2011

Haití y Japón, dos mundos diferentes

Pablo Orleans -15/03/2011- Hace poco más de un año, la tierra de Haití temblaba en una tarde del doce de enero de 2010. Se fragmentaron sus ciudades, desapareció gran parte de su población (más de 300.000 personas fallecieron) y el caos y la desesperación florecieron en segundos para comenzar una pesadilla que todavía hoy permanece viva. Hace escasos días, el territorio japonés se retorció causando un mega terremoto de 8,9 grados en la escala de Richter que asoló la costa este de la isla nipona, ocasionando graves daños materiales en edificaciones y produciendo un tsunami que devoró lo que no pudo derruir el sismo.   


Auto-organización y ayuda externa
La respuesta interior en el terremoto de Haití fue desoladora. La organización brillaba por su ausencia y las autoridades se veían desbordadas ante una catástrofe de tal magnitud. Los edificios y construcciones de todo el país se vieron afectados y el caos se apoderó de los haitianos que no sabían muy bien qué hacer. La gente, agolpada en la calle entre ruinas y cuerpos putrefactos, luchaba por sobrevivir y mantenerse al margen de las enfermedades que se propagaban rápidamente entre la masa. En Japón, la respuesta interior ha sido ligeramente (entiéndase como ironía) diferente. La tercera potencia en la economía mundial se ha visto afectada por un gran terremoto que ha asolado una zona ampliamente menor que la de Haití. Aún así, la respuesta de los nipones ha sido muy organizada y han intentado controlar la situación desde el primer momento. Los traslados se han llevado a cabo con efectividad y a lugares seguros. Los cuerpos, poco a poco se han ido recogiendo y las enfermedades no parecen propagarse aún con el agravante del escape nuclear.


Tras el terremoto de Haití, la comunidad internacional se movilizó por completo. Las ayudas llegaban desde todos los países desarrollados en forma de víveres, comida, medicamentos y fuerzas especiales de rescate y seguridad (y especializadas: médicos, enfermeros,…) que intentaron desde las primeras horas tras el seísmo tranquilizar todo lo posible una situación caótica que necesitaba de una gran ayuda por parte de todos los gobiernos. Europa, América y Asia enviaron todo tipo de ayudas para mejorar la precaria situación del país tras el terremoto. En Japón, en cambio, las ayudas internacionales son más simbólicas que efectivas. Los países han dado su apoyo al país asiático pero la ayuda es mayoritariamente nipona. Los japoneses, como tercera potencia económica mundial, tienen recursos suficientes como para autoabastecerse y no tener que pedir ayuda a la comunidad internacional, saliendo del paso con la ayuda de otras prefecturas vecinas que no se han visto afectadas ni por el seísmo de 8,9 grados en la escala de Richter ni por el posterior tsunami que arrasó con lo que quedaba todavía en pie.


La movilización de ONG’s durante el terremoto de Haití fue fugaz, ejemplar y efectiva. Pocas horas después de que ocurriese la catástrofe, organizaciones como Cruz Roja, Médicos sin Fronteras, World Vision o Intermon Oxfarm ya estaban sobre el asolado territorio para comenzar labores de ayuda, cura y rastreo de desaparecidos. Su implicación fue inmediata y su labor inconmensurable. En cambio, en Japón, si bien es cierto que Organizaciones no gubernamentales como las anteriormente nombradas sí están acudiendo a la zona afectada, no está siendo del mismo modo que se hizo en Haití. Los motivos muy sencillos. Japón es un país desarrollado y, como ya he comentado, la tercera potencia mundial, por lo que no necesita tanta ayuda como la isla caribeña. El gran terremoto de Japón ha afectado a una zona de la isla, dejando las prefecturas del sur y oeste intactas. Además, la alarma nuclear y el miedo a la radiación suponen un inconveniente para desplazar personal a la zona. Por último, la mecha conflictiva y revolucionaria encendida en el Magreb y Oriente Próximo en los últimos meses divide la capacidad de ayuda de las organizaciones y también de los países, algo que no pasaba con tanta claridad el año pasado cuando ocurrió la catástrofe de Haití.


La reacción de Organismos Internacionales en Haití y Japón, como ya he comentado con los gobiernos y asociaciones, fue mucho más involucrada en el país americano que en el asiático. Las diferencias económicas entre nipones y haitianos hacen que los Organismos Internacionales estén más preocupados por un país pobre que por uno rico. En este caso, hay que recordar que la caída del Nikkei (la bolsa japonesa) puede ser mucho más importante para los Organismos Internacionales que velan por la economía mundial y puede ser por ello que la respuesta, si al final el Nikkei acaba ‘por los suelos’, sea de una gran inyección económica para evitar un desastre económico mundial.

Culturas diferentes, realidades incomparables
Según lo que apareció en la prensa tras el terremoto de Haití y lo aparecido en estas fechas en el de Japón, la impresión que me dejan ambas sociedades es realmente diferente. Mientras que en Haití predominaba el caos y el desorden; mientras que los cuerpos se agolpaban en la calle y se transportaban en camiones como sacos desordenados; mientras que los saqueos reavivaban peleas por la supervivencia y las autoridades se veían desbordadas ante tanta conflictividad; en Japón la tranquilidad es máxima. Los nipones respetan los turnos en los supermercados; los cuerpos se ordenan en pabellones para su clasificación; la búsqueda en el fango, dentro del entendible desorden tras un gran terremoto, se realiza con precisión y coherencia y la tranquilidad resalta con la desesperación de los haitianos. Sociedades completamente diferentes, con una catástrofe similar pero, eso sí, con una realidad y un futuro incomparables.


Así, el subdesarrollo va muy ligado a la respuesta ante una catástrofe como la vivida en Japón y, hace un año, en Haití. Dos ejemplos muy claros de las consecuencias de una catástrofe similar, en la misma época y con resultados completamente distintos. Los países subdesarrollados como Haití sufren las más crueles consecuencias de la naturaleza. Con un presente desolador, el futuro para los supervivientes de estos países (infinitamente menores que los supervivientes de otros ataques terrestres) es aterrador. Un terremoto así convierte el subdesarrollo en lodo, las casas de madera en cenizas y su realidad en esperpento. Por su lado, la realidad de los japoneses cambiará (lógicamente) para los afectados. Aún así, en un país como Japón, su futuro es mucho más esperanzador aún con la sombra de la catástrofe nuclear sobrevolando sus cabezas.

Imágenes | El País
               

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